En cuanto un coágulo obstruye una arteria, la región del cerebro controlada normalmente por esa arteria comienza a tener dificultades.
1,9 millones de células cerebrales mueren cada minuto durante un ictus.
Esa región comienza entonces a dividirse en dos áreas, una que ya está muerta y otra que todavía se puede salvar, pero que morirá si no se hace nada.
La prioridad principal debe ser restablecer la circulación de la sangre en la arteria lo más rápido posible para salvar el área que todavía no ha muerto, y así reducir el alcance de la discapacidad provocada.
Algunos pacientes son lo bastante afortunados como para recibir tratamiento tan rápido que la cantidad de tejido cerebral muerto es muy pequeña. En esos pacientes, casi no se puede notar que han sufrido un ictus.
Dado que las células cerebrales comienzan a morir de inmediato, la mayoría de los pacientes con ictus sufren alguna discapacidad residual.
Si no reciben tratamiento, el área que se podría haber salvado a menudo también termina muriendo. En consecuencia, muchos pacientes con ictus que podrían haber sobrevivido al ictus si hubieran sido tratados lo bastante rápido terminan muriendo o quedan discapacitados permanentemente y necesitan atención médica constante.
